PARA QUÉ HACEMOS POSTURAS
El cuerpo siempre es el puente, pero tu cuerpo no sólo lo tienes encima de la colchoneta, estás en él siempre , entra, entra en él…
Ayer Gemma al acabar la clase de esta semana me preguntó: ¿para qué hacemos las posturas de equilibrio? y me ha parecido interesante compartir con vosotros lo que le contesté.
Cuando hice la formación de la mano de Saúl, me harté de escucharle decir que el yoga no era una técnica de estiramientos potentes para occidentales neuróticos, si no que era una vasta filosofía para incluir en cualquier ser humano, en cualquier realidad, lugar del mundo. Pero, los primeros tres años de formación sólo hice anatomía, posturas, variantes, contra posturas… Así que me costó entender esta paradoja, que ahora entiendo de maravilla.
Cuando Gemma me preguntó, lo primero que me salió fue, las clases sólo son el ensayo de lo que podemos hacer en nuestra realidad. En las clases drenamos nuestro cuerpo de lo que hemos acumulado durante el día o la semana, eso hace que limpie mi mirada porque una vez estiro y modifico mi estructura corporal ya no estoy en lo que he vivido, si no en lo que me pasa ahora. Además, creo estados a través de gestos corporales, nuestro ego nos hace creer que podemos controlar a la mente desde nuestra propia mente y eso es muy difícil, necesitamos incorporar el soporte corporal para crear nuevos estados químicos en nuestro interior, que nos lleve a otros estamos psico-emocionales. La mayor parte de la clase va dirigida a tomar conciencia de nuestra respiración y de los músculos implicados.
La respiración, nos abre, literalmente, la puerta a otros mundos, o si se prefiere a otras formas de percibir la realidad. Esto es algo que la tradición del yoga conoce desde hace milenios y ha desarrollado toda una serie de técnicas que denominamos pranayamas, que nos permiten relajarnos, purificar órganos y centros energéticos, modificar parámetros fisiológicos como la temperatura corporal, presión sanguínea, concentraciones hormonales, etc…
Al experimentar que, simplemente cambiando la forma de respirar, cambia la forma de percibir “la realidad” y de vivir en el mundo, se nos abre toda una oportunidad de gestionar nuestra vida.
Hay ochenta y pico posturas básicas y cada una pertenece a un grupo. Hay posturas, como las invertidas o torsiones, que inciden básicamente en el funcionamiento de nuestro organismo, pero es difícil conectar con un estado. El resultado de su práctica sí que nos lleva a otra posición mental, pero de entrada no lo percibimos mientras lo practicamos. En cambio hay familias de posturas que van directas al cómo estamos y, éstas son las posturas en pie, equilibrio o pinzas. A mí me interesa mucho que en la sala sintamos que desde el cuerpo y un gesto puedo entrar en un estado diferente, por eso entiendo que las clases sólo son un ensayo de lo que puedes hacer fuera.
Me sigue gustando mucho practicar a la vez que vosotros, no quiero desconectarme ni un momento del viaje que hacemos a través de la clase, pero realmente donde más practico es fuera del centro. En este momento convulso en el que estamos he necesitado centrarme mucho, recordando lo que siento cuando estoy enraizada en un árbol (vrikasana). A veces me invade el miedo y me visualizo en el poder de un héroe (virasana), o me conecto al poder de mi vientre recordándome en un camello (ustrasana). Así me paso el día, centrándome a través de mi cuerpo, porque todavía no lo he conseguido solo a través de mi mente.
HACERNOS AMIGOS DE NUESTRO CUERPO, que dice mi querido Bessel van der Kolk: “El precio de ignorar y distorsionar los mensajes del cuerpo es ser incapaz de detectar qué es realmente peligroso o dañino para nosotros e, igual de malo, qué es seguro o fortalecedor. La autorregulación depende de mantener una relación cordial con nuestro cuerpo. Sin ella, tenemos que depender de la regulación exterior (medicación, drogas, la reafirmación constante o el cumplimiento compulsivo de los deseos de los demás)".
El cuerpo siempre es el puente, pero tu cuerpo no sólo lo tienes encima de la colchoneta, estás en él siempre , entra, entra en él…
Alma M. Cantarero